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lunes, septiembre 10, 2007

Analizando al Reverendo Kane

"God is in his holy temple"

Si os dijera que, en el artículo de hoy, se analizará la figura del Reverendo Henry Kane, más de uno pensaría que se hablaría del carismático músico que amenizaba los fabulosos programas del antiguo (y añorado) Caiga quien caiga. Craso error puesto que si entre mis lectores se encontrara alguien lo suficientemente freak como para identificar tan agorero nombre, sin duda, se le habrían puesto los pelos como escarpias, ya que hoy profundizaremos en torno a la figura de uno de los personajes del cine de terror que más estragos ha hecho en las mentes de aquellos que nos criamos en la década de los ochenta. Si no habéis ido atando cabos os diré que Henry Kane es el nombre de aquel funesto reverendo que nos mortificó con sus apariciones en las dos últimas películas de Carol Anne, que es como se conoce en mi casa a la Trilogía de Poltergeist.


Parto de la hipótesis de que la mayor parte de vosotros habrá visto por lo menos la primera entrega de la saga, que es sin duda la mejor de las tres. Es la película en la que aparece el payaso acojonante (que no descojonante) y la montaña de sillas en la cocina. Concretamente, aquella en la que Carol Anne –la chica con cara de bollo y pelo rubio ceniza hasta la cadera- contactaba vía televisiva con una serie de entidades que tomaron posesión de su propia casa. Lo que en principio era una película ideada para que tu madre tuviera una excusa medianamente creíble para que no te acercaras demasiado a la tele, se convirtió en un éxito sin precedentes que propició dos secuelas más: Poltergeist II (la del indio) y Poltergeist III (la de los espejos).

Aunque, bien es cierto, que segundas partes nunca fueron buenas (ni que decir de las terceras), estas dos películas pasarán a la historia por haber llevado a la gran pantalla a uno de los personajes más siniestros y horripilantes del cine: El reverendo Henry Kane. Un encantador viejecillo, achacoso, vestido totalmente de negro, tocado con un sombrerillo tipo cordobés y una mala cara de mil demonios. Y es que parece ser que esa tez descompuesta y ese mal color que tanto nos acojonaba tenía una causa bien real y dramática ya que Julian Beck, el actor que encarnaba a Kane en la segunda película, padecía un cáncer de estómago en fase terminal que no le permitiría terminar el rodaje de la película. Un suceso realmente triste que se sumó a la larga lista de acontecimientos extraños y funestos que se sucedieron a lo largo (y años después) de los rodajes de estas películas.


Para quien no lo recuerde demasiado bien, como se explicaría en la segunda entrega, la casa de la familia de Carol Anne se construyó justo encima de una fosa común, que había pertenecido a los seguidores de una antigua secta que se enclaustraron bajo tierra a la espera de un final de los tiempos que se entreveía bastante cercano. El líder, inspiración y guía de la agonizante compañía, no era otro que Henry Kane, quien, años después de su muerte, con la esperanza de poder “ir a la luz”, vio en Carol Anne esa alma pura y limpia que le ayudaría a salir de su infierno.


A día de hoy, son muchos los que dicen que el Reverendo Kane existió realmente, siendo el líder de un Culto Utópico de California o el Norte de México que, efectivamente, se enclaustró bajo tierra, junto a su congregación, a la espera del Armagedón. A diferencia de la película, al ver que nada sucedía fuera del improvisado bunker, muchos de los integrantes del culto huyeron, entre los cuales se encontraba el propio Kane, que fue eternamente desacreditado como falso profeta.


En mi cerebro sólo se deslumbra una pregunta con respecto al Reverendo Kane: ¿Volverá a aterrorizarnos en una próxima secuela? ¿Hablaremos próximamente de Poltergeist IV? Repentinas y extrañas muertes de diversos personajes han convertido a Poltergeist en una película maldita. Pocos meses después del estreno del primer filme, la hermana mayor de Carol Anne (la actriz Dominique Dunne) fue asesinada por un novio celoso. La propia Carol Anne falleció poco después de acabar el rodaje de la tercera película, con tan solo 12 años, por estenosis intestinal, una enfermedad extraña y cuanto menos repentina. Will Sampson, el imponente indio que interpretó al chamán de la segunda película, a pesar de su aparente salubridad física murió de cáncer poco después de terminar la película, al igual que el ya mencionado Julian Beck. Fuera del elenco, muchos componentes del equipo técnico fallecieron extrañamente al final de los rodajes.

¿Simples coincidencias?

Más de uno se lo pensará antes de participar en un nuevo rodaje ¿No creéis?



Trivia:
  • Como habréis observado, no se han incluido en este artículo fotografías del susodicho espectro, ya que la autora de este blog se sobresalta en exceso (aún) al ver a su terror infantil en la portada de su blog. En cambio, podéis ver la portada de uno de los discos del grupo Anthrax para cuyos integrantes la figura de Kane era una de las que más miedo les ocasionaban.
  • Este tipo de personaje pertenece a una categoría establecida dentro del cine de terror. Si alguien sabe el nombre de dicha categoría, que se manifieste.
  • "God in his hole temple" es el comienzo del himno que el Reverendo Kane siempre canturreaba.
  • Este artículo se ha redactado integramente durante las horas de luz: la autora no era capaz de pensar en el tema después de la caída del sol.

miércoles, abril 11, 2007

Me equivoqué

Creo que lo he hecho mal.

A día de hoy, puedo expresar sin tapujos que, definitivamente, me equivoqué de carrera, de profesión y de vida. Odio a la gente que, cuando me escuchan decir que soy publicista, que trabajo como diseñadora en una agencia ideando anuncios, creando gigantescas vallas y un largo etcétera, alaba mi trabajo y lo clasifica de interesante, maravilloso y creativo. No saben lo que es. No se imaginan qué se esconde detrás de una profesión aparentemente tan golosa como los productos que publicita.

Me equivoqué. Escogí la opción errónea. Estudié la carrera que no debía y, ahora, pago las consecuencias. Igual es algo personal. Quizás, muchos diseñadores y publicistas sean felices con sus vidas y sus trabajos. Sin embargo, por lo que a mí respecta, dudo que pueda comer de esto durante toda mi vida y no acabar colgada de la lámpara del salón. El sentimiento de equivocación y fracaso se hace más intenso e insoportable, al creer, decididamente, que la culpa no es enteramente mía. Ni mía ni de nadie. Con 18 años era imposible saber las consecuencias que me podía traer la profesión que acababa de elegir. Hoy, con 24, siento tal pesadumbre existencial y tengo una consciencia tan obcecada en mi error y mi fracaso que creo que, laboralmente, no hay solución para mí.

Muy pocos saben que, desde hace algo más de un año, no duermo bien. Constantemente tengo pesadillas, muchísimos sobresaltos nocturnos que no me permiten descansar bien. Supongo que es algo que me viene de casta. Mi madre se enorgullece al narrar cómo, a menudo, es capaz de encontrar el error de un balance desde la cama, durante la madrugada. Según parece, empieza a darle vueltas al coco, buscando algún error que le imposibilita continuar su labor... y lo encuentra. Así de fácil. A la mañana siguiente, en el trabajo, busca allí donde, la noche anterior, encontró el error y voilà!... Allí está.

A mi me pasa algo parecido. Por las noches empiezo a repasar mi trabajo: números de télefono, colores, tintas, frases, tildes... Me ofusco tratando de buscar errores en mi labor y los veo hasta donde sé racionalmente que no existen. Chequeo mil veces mis trabajos en la agencia y, aunque sepa que todo está correcto, me autoflagelo, en esas eternas madrugadas, pensando irracionalmente que no es así. Es algo muy extraño, directamente ligado a mi neurosis.

A diferencia de mi madre, normalmente, no puedo llegar por la mañana y subsanar el error. Si descubro que, efectivamente, me he equivocado, en el mejor de los casos, mi error presupone varios miles de euros tirados a la basura. Enormes cantidades de dinero que, muchas veces, llegan a quintuplicar mi sueldo.

Es mucha presión para mí. Son muchas las noches que acabo llorando, totalmente vencida. Lloro de rabia porque pienso que, al fin y al cabo, soy una neurótica y que este tipo de crisis son tan irracionales y demenciales que, sinceramente, pienso que algún día me harán enfermar. También, lloro de impotencia porque, en cambio, ¡es tan fácil equivocarse!. Lamentablemente, durante estos últimos meses, solo vivo para trabajar estando, mi cuestionable calidad de vida, estrechamente unida a mis posibles errores laborales.

En esas interminables madrugadas, pienso en mi potencial y en la esperanza que siempre he tenido en él, a lo largo de mi vida. Imagino diversos universos paralelos donde, quizás, soy un buen médico, un prestigioso arquitecto o un brillante ingeniero; que salvo a personas, que levanto edificios y puentes, en vez de poner mi vida y mi integridad psíquica en un estúpido faldón de viviendas para clase media, que estarán negadas a mi bolsillo de por vida. En vez de hacer cosas importantes y cumplir las espectativas de mis padres, mis profesores,... me encuentro atada a esta estúpida y frívola profesión que nunca me sacará de pobre y que, probablemente, me consiga volverme loca (si es que no lo estoy ya).

miércoles, abril 04, 2007

Dos años con la gaviota

Hoy hace dos años que empecé a trabajar en mi actual empresa. Supongo que, para muchos, no será un dato muy revelador e interesante. No obstante, contando con que mi vida laboral consta de tan solo dos años y medio, no es tan mal argumento. Salí de la facultad, me coloqué... y ahí sigo, al pie del cañón. Durante estos días he estado reflexionando sobre estos dos años que me han ido uniendo, diariamente, a gente totalmente desconocida. No eliges a tus padres, ni a tu familia, y, tal como están las cosas en el mercado laboral, no tienes elección en cuanto a los compañeros de trabajo con los que te toca lidiar. Un entorno laboral distendido y cordial es, sin lugar a dudas, una de las mejores cosas que puedes encontrar a lo largo de tu vida. Por mi parte, aunque mi situación tampoco es para tirar cohetes, bien es cierto, que no puedo quejare. Sin embargo, últimamente, en un aspecto concreto, me encuentro entre la espada y la pared; sola ante el peligro.

Sin lugar a dudas, los excesos derechistas me provocan la más feroz urticaria. Por eso, desde muy joven no sólo he tenido bastante claras mis ideas políticas, sino que nunca he tenido miedo a expresarlas en público. Al fin y al cabo, yo nací en el año 82. Por aquel entonces, la televisión era en color y Franco sólo se dejaba ver en los duros (afortunadamente). Siempre he estado rodeada por gentes de izquierdas, por lo que, realmente, nunca me he encontrado en la tesitura de esconder mis opiniones.

Ahora, todo ha cambiado.

Últimamente, me callo demasiado. En lo laboral, me muevo en un ambiente muy próximo a la derechona más extrema; entre descendientes de militares franquistas que combatieron contra el comunismo en las grandes guerras del siglo XX. ¿Qué puedo hacer? En circunstancias más igualitarias, con un poco de apoyo, quizás discutiría, argumentaría, intentaría replicar... no obstante, cuando tu jefe es alcaldable por el Partido Popular en un remoto pueblecito de la España profunda, lo más inteligente que puedes hacer por tu vida (y, en definitiva, por tu bolsillo) es callarte la boca y declararte apolítica.

Desde que accedí a mi actual puesto de trabajo, he tenido que negar mi interés por la vida política de este país más de una vez. Hacer oídos sordos cuando escuchaba expresiones como "la canalla marxista" o el siempre socorrido "rojos de mierda", aún cuando, en mi día a día, me relacionaba con personas muy afines a la extrema izquierda. En este tipo de tesituras, compruebas cómo de horrible es el pensamiento de un facha. Me indigna cómo se han rechazado presupuestos de empresas de las denominadas "comunidades históricas", aún siendo bastante ventajosos, por los estúpidos rencores de siempre. Me indigna cómo se critica al empleo del emigrante, argumentando que este es menos eficiente que el nativo de este país. Me indigna cómo se humilla al homosexual o se intuye la lástima en los ojos de algunos por hablar de algún tipo de opción sexual que no tiene cabida en sus cuadriculadas mentes.

¿Y qué hago yo? Agachar la cabeza.

Muchas veces pienso que se comportan así por , porque, aunque me callo, conocen mis ideas, porque, a pesar de todo, mis ojos son sinceros y no pueden dejar de expresar la repulsa, la indignación y su rechazo. Me imagino que, como lobos feroces, están al acecho, pendientes a que salte, a que estalle, quizás, para tener una excusa más legal que la discrepancia ideológica, para que mi despido no resulte improcedente.

Y, sin embargo, agacho la cabeza y trago saliva. (¡Qué horror! ¿En qué me he convertido?)

lunes, febrero 26, 2007

Tráfico de órganos

Hace algunos días, una amiga me mandó un email de esos cuyo final te insta a propagar el mensaje, bajo pena de grandes desgracias futuras. Particularmente, paso bastante del tema. Por fortuna, a la mayoría de mis contactos se les ha pasado la fiebre de enviar este tipo de correos, que yo tiraba a la basura tan pronto llegaban a mi bandeja de entrada. Sin embargo, ahora que felizmente escasean, me atrevo, de vez en cuando, a abrir alguno que otro. El que leí aquel día trataba sobre una leyenda urbana que a mi, personalmente, me puso los pelos como escarpias. Aquí os lo transcribo:

"El pasado 17 de septiembre de 2006, una joven alicantina decidió salir por la noche a un bar de la capital con sus amigos. Al parecer, se estaban divirtiendo bastante. Ya estaba un poco bebida cuando un joven bastante atractivo se acercó a ella. Congeniaron al instante y el chico la invitó a su casa, para continuar la fiesta. En el apartamento, que estaba situado en el barrio de Babel, siguieron bebiendo. Es, a partir de este punto, cuando los recuerdos de la chica se enturbian. Se despertó desnuda en una bañera, totalmente cubierta de hielo. Se sintió extraña; también recuerda que le dolía mucho la espalda. En la pared del baño, trazadas con pintura de labios, leyó las siguientes palabras: "llama a una ambulancia porque te quedan menos de dos horas de vida, gracias"
Junto a la bañera había un teléfono. Llamó a los servicios de emergencias e, inmediatamente, explicó a la persona encargada la situación en la que se encontraba; que no sabía dónde estaba; que no sabía que había tomado, que le dolía mucho la espalda... La operadora le aconsejó que saliera de la bañera, con cuidado, y se observara en algún espejo todo el cuerpo para detectar alguna marca o algo anormal. Después de examinarse, no halló nada raro, sin embargo, cuando la operadora le dijo que se revisara la espalda, descubrió dos ranuras ensangrentadas de alrededor de 15 centímetros, en la parte baja de la espalda.
Cuando se lo comunicó a la persona de urgencias, esta le pidió que por favor volviera a la bañera, que iban a localizar la llamada para mandar a un equipo de emergencia. Cuando examinaron a la chica, descubrieron lo que realmente había pasado. Le habían robado los riñones. Cada uno de ellos, en el mercado negro, tiene un valor de 10.000 dólares. Actualmente, la chica se encuentra postrada en una cama de hospital a la espera de encontrar a un donante. También está embarazada."


Posiblemente esto no sucediera nunca. Es más, ¿Existe en Alicante un barrio llamado Babel? Sin embargo, lo realmente escalofriante reside en el hecho de que serían totalmente plausibles. Todavía recuerdo, cuando se corrió el rumor por Sevilla de la existencia de un grupo de desalmados que practicaban en chicas jóvenes lo que se conocía como la "sonrisa del payaso". Por entonces, yo no tendría ni 17 años y había empezado, prácticamente, a ir de discotecas con mis amigas. Tuvo una gran repercusión, por lo que pude saber. Es lo que tienen las leyendas urbanas: son despiadadas, totalmente irracionales, pero muy posibles. En el caso de que acontezcan realmente, la diferencia entre la chica del relato y tú, reside en tu buena suerte. El mérito de que no seas inspiración para un nuevo cuento, reside en no encontrarte en el lugar equivocado, en el momento equivocado y con la persona equivocada. Todo es cuestión de suerte. Somos tan vulnerables que nuestras vidas se asemejan a la del caracol que se pasea por la superficie de la navaja. El equilibrio es tan frágil que duele.

lunes, febrero 12, 2007

El sobrevalorado Bram Stoker

Muchas veces escuchamos este tipo de expresiones:

"Ayer, fui al cine a ver El Perfume... Está bien, pero me gustó más el libro"

Queda muy bien expresar este tipo de comentarios. Más que nada porque nadie te los discute. Es por todos sabido que segundas partes nunca fueron buenas por lo que, normalmente, la versión audiovisual de un libro suele no gustar. Un ejemplo reciente es la película de El Código Da Vinci. Aunque jamás imaginé a Robert Langdon en las carnes de Tom Hanks, no puedo concebir que un libro tan dinámico como el de Dan Brown pueda llegar a concretarse en un filme tan soporífero.

Sin embargo, este artículo no trata sobre eso. Es más, va sobre todo lo contrario: De películas que han resultado ser mejor que su ejemplo literario. Son pocas. De hecho yo solo conozco una y es, definitivamente, el genial filme de Francis Ford Coppola: Drácula de Bram Stoker.


Como bien sabemos, existen películas de Drácula a granel. Hasta que apareciera el filme del que hoy hablamos, en nuestras mentes infantiles anidaba el implacable Christopher Lee (sí, niños, Saruman en El Señor de los Anillos) en el papel de ese conde rumano que más que miedo daba calentura. Por aquel entonces, el personaje era simplemente un asesino sobrenatural, bebedor compulsivo de sangre, malo a rabiar y con cierto gusto por jovencitas de buen ver. El Drácula de la novela no es así y, de esta manera, tuvo que verlo Coppola cuando pensó en su película. Una empresa harto arriesgada pues, muchos fueron los que pensaron que su aportación poco podría tener de útil, ya que, a esas alturas, la gente le tenía a Drácula de todo menos miedo.


Y así nació Drácula de Bram Stoker. Los que fueron al cine esperando ver otra nueva película-sangrienta-de-terror, se equivocaron de pleno. Lo que hizo Coppola fue, sin duda, una arrebatadora y magnética historia de amor eterno, que se desarrolla más allá de las pretensiones sanguíneas del protagonista. Sé de muchos que se enamoraron de Winona Ryder al ver esa extraña película. Yo lo hice de Keanu Reeves, en el papel de Jonathan Harker. Después, con los años, lo odié. En fin, cosas de la juventud.


Muchos critican la faceta romanticona y sensible del personaje ideado por Coppola. Lo que la mayoría no sabe es que la novela de Stoker, como toda su obra, se encuentra cogida con alfileres, ya que muchas de las acciones que en ella se desarrollan no tienen consecuencia ni causa lógica. De esta manera, la mayoría de los que se han leído el libro se preguntan de donde nace la obsesión del sanguinario conde por Mina Murray. Es, sin duda, un cabo suelto dentro de la trama de la mítica novela. Parece ser que Coppola se limitó a tejer allí donde el escritor se había olvidado y se saco de la manga una fascinante historia de amor. "He recorrido océanos de tiempo para encontrarte", le dice Drácula a Mina. Simplemente, sublime.

Le hizo un gran favor a Stoker, sin duda. No he conocido en la vida autor más sobrevalorado que él. Hablo con conocimiento de causa ya que, aunque Drácula me pareció la novela más aburrida del planeta, he leído otros de sus libros. Las obras de Stoker suelen tener unos títulos bastante sensacionalistas y llamativos. Muy golosos para el ojo de cualquier lector despistado. El problema reside en que, detrás de esos grandiosos titulares se esconde, normalmente, una novela deshilvanada y estúpida, llena de estereotipos y convencionalismos. Todo ello, surgido de la mente de un ser racista y machista. Una joya.

De esta manera, el único merito patente que se le puede atribuir a Bram Stoker es el de haber difundido la fascinante figura del vampiro. Aunque, según parece, el escritor frecuentó a un alto entendido en la cultura vampiresca, son muchos los que afirman que no se basó tanto en la figura de Vlad Tepes (el auténtico Drácula) como en las novelas sobre el tema que ya existían, a la hora de crear al personaje. Parece ser que alguien con más miedo que luces le comunicó que Drácula significaba demonio en rumano, por lo que el buen hombre (y aquí nos referimos a Stoker), en un ataque de inspiración, le puso dicho nombre a su personaje. Nada más. Ahí, y sólo ahí, reside el éxito de Bram Stoker. Lo demás, ya estaba inventado.

Parece ser que Stoker, que no era un santo y se pasaba todo el día en los burdeles o en los fumaderos de opio de su época, murió de sífilis en una humilde y pestilente pensión de Londres. Según cuentan, en sus últimos minutos de vida no hacía otra cosa que señalar -desde el lecho de muerte- una de las esquinas de su habitación mientras que pronunciaba la palabra "Strigoi" que, al parecer, significa vampiro en rumano. Acojona, eh??

miércoles, enero 10, 2007

La Bufonofobia

Hace algunos días, por poco me da algo cuando, casualmente, puse La Sexta . ¡Estaban poniendo VIP Noche! Aunque, en su nueva andadura, el programa se llama Tres en Raya, se trata, sin duda, de aquel estrafalario show que presentaba Milikito y que desafiaba a las leyes de la gravedad. Impresionante se me antojaban, siendo una mica, la sobrecogedora parafernalia, con todos aquellos famosetes encaramados en esa estructura de cubos. Recuerdo que, por entonces, mis simpatías siempre se las llevaba el invitado de la cuadrícula de arriba a la derecha. Me solidarizaba con él, porque, si en algún momento la dantesca estructura se venía abajo, sin duda, él se llevaría la peor parte. Había que echarle testículos (u ovarios) para quedarse ahí más de cinco minutos.

Hasta que no me encontré de nuevo con él, no recordé de qué iba exactamente el programita: los locos famosos que aparecían en cada una de las cuadrículas (antaño, el Duo Sacapuntas y Compañía, hoy, las Supremas de Móstoles...) respondían a una pregunta del presentador de turno (como dije, antaño Milikito, ahora, la demasiado-simpática Carolina Ferre). La respuesta podía ser verdadera o falsa. Si el concursante acertaba si le estaban engañando o no, se agenciaba la casilla.

No penséis que me tragué el programa entero. Vi lo suficiente para pillarle el cansino mecanismo y poco más. Además, no muchas personas (equilibradas psicológicamente) pueden soportar por mucho tiempo la risa de Carolina, a no ser que te llames Andreu y hagas chistes de pena. Sin embargo, estuve lo suficiente para asistir a la formulación de una pregunta interesante.

- ¿Qué es la bufonofobia? - pregunta la jocosa presentadora a MAN (aquel cerebro de mosquito de UPA Dance).
- La bufonofobia consiste en el miedo irracional a los payasos. - contesta el maromo.

Y yo me dije... Ese es el nombre técnico de lo que a mi me pasa. Pues no, la bufonofobia no es el miedo a los payasos, exactamente, se llama coulrofobia y se da, sobre todo, en mujeres que rondan los veintipocos. Por supuesto, eso no lo sabía Carolina y, consciente de que su jefe fue, en su otra vida, un payaso, sentenció el asunto con un: "¿quién le puede tener miedo a un payaso?". Ella no se dió cuenta ya que reía histérica - para variar - pero un murmullo terrorífico recorrió el público.

A muchas personas les da "rollo" los payasos. ¿O es que hay algo más macabro que el payaso de McDonalds? Sin embargo, en muchos casos, este peculiar miedo se desarrolla tras visionar una película - esperemos que ya descatalogada - basada en un libro del escritor que ha basado su carrera en, simplemente, acojonarnos: Stephen King. El filme se llama IT y yo, no sólo lo ví un par de veces, sino que me leí el libro; un enorme tochaco que acojona aún más si cabe. El argumento se basaba en las peripecias de un grupo de niños de la norte américa profunda, que se veían acosados por el fantasma de un payaso: el mítico PennyWise, que podéis ver en la foto de arriba. Aunque en ella parece quasi-amistoso, no os podeis imaginar lo que te entraba por el cuerpo cuando aparecía, enseñando sus sangrientos dientes, más puntiagudos que los de un tiburón.

En conclusión, terminé odiando a los payasos, hasta el punto de que ni los simpáticos payasos de Micolor me caen ya bien. Es alucinante como el cine o la literatura consiguen que personajes, tan inocentes-en-apariencia, como un payaso, lleguen a encarnar la verdadera esencia del miedo. Ya hablaré de algunos casos más en otra ocasión. ¡Cuidado con Penny Wise! :)

viernes, diciembre 01, 2006

El Mago de Oz, Judy Garland y Pink Floyd

Honestamente, siempre me ha dado un poco de rollo la película de Victor Flemming, El mago de Oz de 1939. Es tan espeluznantemente antigua que, a día de hoy, los rostros, que antaño fueran encantadores, se me antojan maliciosos y perversos. Si a ello añadimos la funesta historia del rodaje del filme donde se aunaron maquillajes tóxicos, problemas de inanición y una bruja chamuscada, supongo que totalmente comprensibles mis recelos hacia la película. Una de sus leyendas negras, consiste en que un miembro del reparto tuvo la morbosa ocurrencia de suicidarse en pleno rodaje. Es apreciable en la escena del bosque de manzanas donde Dorothy encuentra al hombre de hojalata; en uno de los manzanos de atrezo, en el horizonte del decorado, se puede distinguir una figura que cuelga de uno de los árboles. Parece que, a la hora del montaje, incluyeron la figura de un pájaro para subsanar el error, ya que, por entonces, volver a repetir una escena, era bastante caro.

En "El Mago de Oz" aparece una jovencita Judy Garland que contaba, por entonces, con tan solo 16 años de edad. Sin embargo, según varias biografías sobre la malograda actriz (recordemos que murió por una ingesta de barbitúricos a los 47 años), parece que el rodaje de la idílica película tuvo para ella funestas consecuencias. Muchos de sus biógrafos comentan la falta de escrúpulos del director y sus ayudantes, hasta el punto de que existieron ciertos casos de maltrato a la joven y de coacción al consumo de drogas. Según muchos de sus seguidores, el rodaje del "Mago de Oz" fue el comienzo de la vida de dependencia al alcohol y a los estupefacientes por parte de la tierna Judy. Todos sabemos como terminó su historia.

Casi por casualidad, he dado con una interesante página que tiene como título "The Dark Side of Oz" y que viene a engrosar el extenso universo freak sobre la película. En ella, se estudia la hipótesis de que la película de Victor Fleming y el album de Pink Floyd, Dark side of the moon, están estrechamente conectados, en tanto grupo se basó en el filme, y en concreto en la vida de su protagonista, para confeccionar su reputado LP. Sin embargo, las conexiones llegan más allá. En la página se insta al lector a que pruebe visionar la película de 1936 mientras reproduce el citado album de rock; según parece, los resultados de esta sincronización son abrumadores.

Como dije, las canciones del album no están tan relacionadas con la película como con Judy Garland, ya que la mayor parte de las estrofas que coinciden están relacionadas con la trágica vida de la actriz. Aunque en The Dark Side of Oz aparecen algunos de los casos más importantes del experimento, haré una pequeña reseña sobre los que más llamaron mi atención:
  • En la canción Breathe podemos escuchar lo siguiente: "And balanced on the biggest wave/You race towards an early grave". Estos versos se suceden cuando, en la película, Dorothy aparece balánceandose encima de una valla, en la granja de sus tios. Muchos han querido ver en esta coincidencia una alusion a la repentina y anticipada muerte de la actriz
  • En la transición de Speak to me a Breathe, es posible oir el ruido de un proyector de cine seguido por un grito. Esto sucede justo cuando aparecen, en pantalla, los nombres del director y del productor de la citada película. Hay quien piensa que ésto se encuentra relacionado con los malos tratos que ambos propinaron a la joven Judy.
  • La canción On the run es sólo instrumental y aparece en el momento en que Dorothy entona la famosa canción "Over the rainbow". Nótese que ambas tienen el mismo acrónimo: O.T.R.
  • En la canción Money, se hacer referencia al potencial económico de la figura de Judy Garland. Por ello, en un plano corto de la joven, es posible escuchar el tintineo de una máquina registradora. Asimismo, se hace referencia a la explotación por parte de la MGM en los versos "Money get away/Get a good job with a good pay and you're ok/Money, it's a gas". Es constatable que la primera letra de cada verso forma el acrónimo de la famosa productora.
Personalmente, se me ponen los pelos de punta. Sin embargo, no veo la hora en hacer el dichoso experimento. En la propia página, aparecen las instrucciones para poder realizarlo correctamente. Antes de acabar, hay que señalar que, en todo momento, la banda británica negó algún tipo de conexión entre el famoso filme y su afamado disco. Pero, después de lo visto, ¿Quién se lo cree?


sábado, noviembre 25, 2006

The Child Catcher

No voy a descubrir nada nuevo si digo que la estética de Brian Warner no suele dar demasiado buen rollo. De hecho, causa bastante reparo verlo sin un ojo o maniatado. Son cosas del marketing. La carátula de su disco Smells like children no me dejó indiferente desde el principio. Me cuesta bastante observarla por mas de tres segundos, para qué negarlo. Durante muchos años, me pregunté por qué me resultaba tan traumático verla. Lo cierto es que la estética me recordaba a algo, a algo del pasado... ¿pero a qué?

Hasta hace relativamente poco, no llegué a asociarlo con un miedo de mi infancia. En el propio título del álbum estaba la clave.
Smells like children o huele a niño me llevó a asociar aquella imagen a la del Child Catcher, aquel personaje cruel que robaba niños. El hombre del saco, pero a lo anglosajón.

Quizás lo recordéis de la película Chitty Chitty Bang Bang. Sí, aquella del maravilloso coche que volaba y navegaba con ese soniquete tan característico. Pues bien, seguro que conserváis en la memoria el momento en que la familia Potts y la tierna Truly visitan aquel país tan triste donde los niños habían desaparecido. Seguro que no olvidasteis el impresionante castillo y a aquel rey caprichoso cuya mayor diversión era coleccionar juguetes. Ahora, traed a la memoria la imagen de aquel ambiguo ser vestido de negro, con su sombrero de copa cubriéndole el ralo pelo oscuro. Pálido y extremadamente delgado, sus movimientos son graciosos y ágiles. Sin embargo, lo que más le llamará la atención será su nariz, su arma más eficaz. Con su fino olfato es capaz de oler a los niños y encontrarlos en cualquier sitio donde se escondan.

Recuerdo cómo, de niña, me tapaba los ojos cuando aparecía en escena tan siniestro personaje e increpaba a los niños para que no hicieran caso de sus burdas artimañas para capturarlos. A día de hoy, aun me estremezco cuando lo observo -debo confesarlo- ya que, los miedos infantiles son marcas del pasado muy difíciles de quitar. Esperemos que el cazador de niños no venga a visitarme esta noche...