jueves, agosto 30, 2007

Pensando en Campanilla

Pensando en Marta
Con todo mi cariño

Probablemente ocurrieron infinidad de situaciones divertidísimas mucho antes, pero el primer recuerdo que conservo de Marta tuvo lugar hace 5 años, en aquel destartalado salón de actos de nuestra antigua facultad, al comienzo o al final de una clase de marketing. Con esa maravillosa sonrisa que siempre la caracterizó y de la que tanto presumía, vistiendo un jersey de cuello vuelto a tres rayas que, probablemente, hubiera adquirido en la tienda de su hermana, se sentó a mi lado. Recuerdo que, mientras me comentaba alguna de sus ocurrencias sobre mi constancia en temas de bolígrafos, sólo podría pensar en la tremenda mujer en que Marta se convertiría dentro de algunos años. No me equivocaba.

Me costó algún tiempo cogerle el tranquillo, a pesar de que ella siempre ha sido una persona abierta y asequible. Era (y es) tan diferente a mí, que me acojonaba. Tenía una visión de la vida tan positiva, era tan sociable y divertida, que los complejos, en ella, simplemente, no exitían. La recuerdo caminando, siempre muy derecha, pisando fuerte, en un constante "aquí estoy yo": no había ninguno que no la mirara. Su estrellita de la suerte siempre caminaba a su lado. Tenía una habilidad especial para salir de todos los entuertos o situaciones conflictivas y, sobre todo, una capacidad innata para salir bien parada del examen que peor estudiado. Una persona realmente afortunada, siempre rodeada de personas que, sin duda, hubiéramos dado un brazo por ella si hubiera hecho falta.

Fruto de aquellos años, Marta siempre tiene un lugar especial dentro de mi corazón y de mi vida. Con bastante frecuencia evoco aquellos momentos que compartimos, junto a nuestros demás amigos, en aquella época tan dorada de nuestra juventud. Posiblemente, la mejor época de nuestras vidas. Es imposible olvidar aquellas carcajadas al escuchar hablar de David T.P.; su amistad en los peores momentos; su capacidad de hacerme escapar de los problemas con sus increibles ocurrencias; la ensalada con queso fresco y brotes de soja; el miembro indispensable en una Noche de Lobas; mi mayor apoyo en Cucos Comunicación; un flan de huevo codiciado en un parque; una ayuda impagable en una noche de debilidad alcohólica; una hamburguesa compartida en un botellón; una casa donde las puertas siempre estaban abiertas; su sonrisa perenne y auténtica... en definitiva, es imposible olvidar a esa persona increible y única que ella es.

Por eso, porque la conozco, porque la ví reir tantas veces, porque me animó muchas más, me resulta tan dificil verla últimamente tan increiblemente triste y desolada. Sin ningún tipo de confianza en el futuro ni en la humidad, sin duda, cree que su estrellita la abandonó dejándola a oscuras, dando palos de ciego, sin saber qué hacer o a dónde ir. Ojala tuviera su capacidad, para hacerla reir, para ayudarla a pasar el mal trance como ella lo hizo conmigo hace mucho tiempo. Ojalá pudiera hacerle ver lo maravillosa que es tanto por dentro como por fuera; hacerle, en definitiva, comprender que si alguien le hizo daño, la humilló, no la trató correctamente y no la tuvo en el pedestal en que ella merecía estar, es sólo la actitud de una persona con una circunstancias determinada. Porque todos sabemos que existe, debajo de las ojeras de las noches sin dormir, aquella Marta espléndida y radiante: nuestra Marta, a la que queremos tantísimo. Por lo tanto, no nos cabe duda que tu estrella volverá a brillar por tí, preciosa. Todo pasa ¡Mucho Ánimo!


viernes, agosto 24, 2007

Mi propio cielo

En el artículo de hoy, os quiero presentar una canción que se encuentra entre mis favoritas en esos días más difíciles de lo normal. Se trata de “Mi propio cielo” del reputado Nach Scratch, uno de mis raperos predilectos
junto a el hipermencionado Juaninacka. Irremediablemente, cuando escucho este tema, miró de manera más optimista todo lo que me rodea y, aunque bien es cierto que la canción es un poco agorera, el cielo de Nach Scratch es un paraíso capacitado para sumergirse en él de otras formas… menos terminales.


(Evidentemente éste no es el vídeo de la canción)

He de reconocer que el rap es un estilo musical que me ha llamado la atención desde siempre. Muchas personas, en su adolescencia o juventud, se decantan por cierto estilo en el vestir vinculado a la música que suelen escuchar. En mi caso, tuve una época poco favorecedora y algo masculina en la que la influencia rapera era patente (y eso que sólo conocía sobre este estilo lo que me había contado Leticia Savater y el Príncipe de Bel-Air) Luego, con los años, el rap se convirtió en una de mis debilidades y yo misma me transformé en adalid particular del escrito en español, que, sin duda, es el gran olvidado y desconocido en todo este asunto.

A pesar de todo, he de reconocer que no es oro todo lo que reluce. Hay aspectos del rap que no me gustan y que nunca lo harán. Uno de ellos es, por ejemplo, la tendencia del mc (que es ahora como se conoce al rapero común) por hacerse el “guay”. Es decir, no es sólo el hecho de que, en la mayoría de las canciones, éste aparece como un hombre solitario, hecho a sí mismo, filósofo del asfalto, permanentemente inmerso en sus pensamientos, acompañado eternamente de una libreta donde anotar todos los hechos mundanos de los cuales él es fiel testigo, es también la falta de modestia y de humildad de los intérpretes, no sólo para con sus compañeros de profesión sino para con todo el mundo. Sus rimas son las más trabadas, su ingenio el más afilado, su vida la más jodida, su éxito el mayor posible.

Sin embargo, lo peor, bajo mi punto de vista y humilde opinión, es esa tendencia -común a todos los raperos- de autodenominarse “poetas modernos”. Por ejemplo, en la canción que hoy os muestro podréis apreciar cómo, sin ningún tipo de escrúpulo, el rapero se identifica con poetas de la talla de García Lorca o Neruda. Una apreciación sin duda patética, sobre todo viniendo de personas que no tienen más nociones de métrica y rima que la concatenación -hasta el paroxismo- de rimas consonantes del tipo “rimo y más rimo y es un timo porque sólo rimo las palabras que terminan en imo”(c). Más simple que el mecanismo de un botijo.

Por otro lado, está el tema de la barrera lingüística. Mientras que, en la mayor parte de los estilos, música y letra soportan la misma importancia, en el rap, le pese a quién le pese, son las rimas las que parten el bacalao. El contenido es básico, la apreciación de la rima también. Por lo tanto, ¿cómo es posible que algunas personas disfruten de un rap en inglés sin tener papa de dicho idioma? Muchas veces, incluso, poco importa que tengas un buen nivel de conocimientos; la jerga utilizada, en la mayor parte de los raps anglosajones, es tan inteligible que hasta los nativos suelen tener problemas para entenderla. Y no pensemos en canciones del Sr. Slim Shady donde la “comercialidad” les otorga una mínima estructura: pensemos en un rap en toda regla.

Por mi parte, harta de traducir sin remedio las letras de Eminem llenas de “bitches” “fuckes” y toda la ralea; descubriendo finalmente que la canción que tanto te motiva va en contra de todos tus principios y racionalizando que no debe ser tan bueno escuchar a un hombre tan misógino como cruel, me pasé al rap en español que, aunque no es tan machista, peca un poco de prepotente. Supongo que eso de la herencia poética que los españoles llevamos a cuestas influye en las pretenciones de algunos por conseguir el nirvana de las rimas. Quizás el espíritu de Quevedo subyazca en alguno de estos nuevos poetas, cuyas rimas, no nos engañemos, sólo se diferencian de las de Leonardo Dantés en quizás otro tipo de apresto. Para otras rimas, lean libros.


(Este parece que sí es el vídeo oficial de la canción)

domingo, agosto 19, 2007

Regreso

Creo que fue Don Joaquín Sabina quien expresó sabiamente, en una de sus canciones, que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Sin embargo, haciendo caso omiso a las recomendaciones del maestro, la semana pasada, regresé a mi preciosa Asturias; volví a mirarme en las aguas de sus imponentes acantilados y a encerrarme en la placentera soledad de sus silentes cumbres. Al igual que entonces, Asturias se convirtió en mi punto de fuga, en un remanso de paz para mis doloridos sentidos. Era (y es) como inspirar una profunda bocanada de aire marino, abriendo bien los brazos, sin oponer resistencia, para culminar subiendo a la cresta del acantilado y mirar, ya sin tristeza, al viejo Cantábrico y pensar sólo en no pensar.

Igual que aquella primera vez, cuando sus montañas y yo nos conocimos, no me llevo objeto material para su recuerdo. Los conservo todos muy íntimamente en mi corazón. No existe ningún elemento que indique el final de mi viaje, ni el final de la etapa que una vez me unió a las tierras que pisé. Y es que yo sé que volveré a pasmarme mirando sus eternas montañas y su embravecido mar, que yo regresaré a Asturias. Tal como me ocurrió con Granada, me une al universo asturiano algo más que dos visitas desiguales: existe una especie de conexión tácita que siempre me viculará estrechamente a él; una premonición, probablemente.

El viaje de regreso siempre es triste. Las grandes planicies castellanas, me hacen comprender el inmenso shock que mi paisano, Antonio Machado, pudo experimentar al ver tremendo paisaje. El horizonte, en Castilla, siempre es infinito. Tras las interminables horas delante del volante, Sevilla se me antoja como un oasis familiar, siempre ardiendo en su valle expuesto violentamente al sol. Ante su antiguo alminar, está mi hogar, mi refugio... Entre aquellas montañas lejanas, mi corazón.



domingo, agosto 05, 2007

Adios Harry!

Además de ser apetecibles y atractivas al cerebro y al corazón del que accede a ellas, las sagas, ya sean literarias o cinematográficas, deben tener presente dos aspectos muy importantes para su total desarrollo: saber cuando parar y tener un buen final. Aunque estos detalles no sean ni mucho menos fáciles de solventar, ya que el nivel de expectativas y exigencia es alto en el fan, parece ser que J.K. Rowling ha sabido como llevarlos a cabo en su inigualable (e inolvidable) saga sobre el-niño-que-sobrevivió, también conocido como Harry Potter. Después de semanas releyendo volúmenes anteriores, para coger el libro séptimo al vuelo y sin ninguna pérdida de detalle, por fín, ayer, a las 4.00 de la madrugada, en una terraza oscura de un apartamento cercano al mar, terminé la lectura del final de la maravillosa saga mágica que nos ha tenido a algunos en vilo durante bastantes años.

¿Qué puedo decir?

No pudo haberlo hecho mejor. Mis expectativas han quedado colmadas. Terminar una historia tan larga, con tantas vivencias entrelazadas, no debe ser fácil. Con asiduidad queda algún fleco y muchísimas preguntas en el corazón del fan que sin responder. Pero, en "Harry Potter and the Deathly Hallows", el final es redondo, cerrado, esperanzador... A diferencia de otros últimos volúmenes, de otras sagas distintas, en el séptimo volumen de la historia de Harry Potter no queda ninguna ventana abierta a la duda, a la avidez por conocer más o a la tristeza. La llegada a la meta es sumamente pacífica; todo termina como debería haber terminado. Los siete libros, mágicamente, quedan totalmente entrelazados; el final no es comprensible si no eres un experto en todas las peripecias del amigo Harry. Lo vuelvo a repetir: no pudo haberlo hecho mejor.

Muchos pensaréis que los libros de Harry Potter están encaminados a niños, o, en todo caso, a adolescentes. No conozco a ningún niño que haya leído más de dos libros de Rowling, sin embargo, me faltan dedos para contar a las personas mayores de 20 años que se morían por adquirir este último volumen, aunque fuera en inglés. Y es que, la escritora ha sabido adaptar sus libros no sólo al lector que la ha seguido sin tregua durante nueve años, sino a aquellos nuevos adeptos que han ido apareciendo por el camino. Si bien es cierto que sus primeras entregas eran un tanto infantiles y estereotipadas, los últimos libros consiguen alcanzar todo tipo de registros que, a mi entender, un niño de menos de 10 años no llegaría a captar. No pensemos simplemente en la fantasía: en sus interesantes tramas, asimismo, se tocan cuestiones tan serias como el racismo, la drogadicción, las diferencias de clases, el poder del estado y la prensa, así como valores como la amistad, la valentía y el amor.

Cuando hace años comencé a hojear el libro de "Harry Potter y la Piedra Filosofal" que mi hermano tenía guardado, en el más férreo olvido, no era consciente de que me sumergía en un inolvidable e irrepetible viaje que me absorbería días enteros de lectura compulsiva y aislante. Mientras me acercaba al final de su última entrega, tenía enormes ganas de auto infligirme un hechizo que me hiciera olvidar todas las aventuras para poder volverlas a leer de nuevo con la misma expectación que la primera vez. Cuando cerré el libro, con lágrimas en los ojos, salí, de repente, de ese mundo fantástico y de la vida de todas las personas tan maravillosas que alguna vez desfilaron por sus páginas, no sin una extraña melancolía. La misión de todo buen libro de aventuras consiste en hipnotizar lo suficientemente al lector para que este consiga perder de vista la realidad y concentrarse en la apasionante historia. Un punto de fuga, sin lugar a dudas, que la escritora inglesa ha sabido otorgar de forma magistral a sus obras. Cuando se cierra un libro de Harry Potter, la pintura gris que sume a nuestras vidas se hace más presente sin duda. Quien pudiera vivir para siempre entre sus hojas. ¡ADIOS, HARRY!