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jueves, junio 07, 2007

Gustar a muchos

Antes de empezar a leer este nuevo artículo, es indispensable visualizar el video que a continuación os emplazo.



Pobre Pit. Se parece tanto a mí.

A los que lo ven desde la barrera, se les llena la boca de elogios referidos a lo magnífico que es crear, imaginar y poder expresarse. Sin lugar a dudas, para la mayor parte de la población, dedicarte a algo que, para muchos, constituye un hobby es algo que suele agradar. Y es que inventar, crear o imaginar, no es en sí malo ni pernicioso. Crear cuando quieras, lo que quieras y dónde quieras es, sin duda, lo más maravilloso del mundo. Es como cuando íbamos al colegio y la profesora nos pedía un dibujo libre. Los sentimientos de agobio y tensión se esfumaban. La tarea ya no era una imposición,
no era un trabajo, se transformaba en otra cosa diferente: un premio, un momento de relax, el descanso... ¿Cuál es el problema, entonces?. Como dice Nach Scratch "dinero maldito, te odio y te necesito". La pasta desvirtua la creatividad, la convierte en marketing, la pervierte, la prostituye.

Cuando tienes que vender tu arte, tienes dos opciones. Una de ellas consiste en olvidarte del "dibujo libre" e inspirarte en otro tipo de cosas más afines a la masa. Por ejemplo, recuerdo que, cuando tenía 15 años, le leí a mi madre un poema que yo había escrito y del que me sentía muy orgullosa. No en vano, todas mis amigas me felicitaron por la "profundidad de mis sentimientos". Era normal, en el poema dejaba constancia de cuánto asco me inspiraba la vida y de lo poco que me importaría morirme. Supongo que, cuando somos adolescente, a más de uno le da la vena existencialista y, desde luego, mi madre no la comprendió. Después de oír pacientemente mi retahíla mustia y tétrica me dijo: "Está muy bien pero, deberías escribir sobre cosas bonitas como las flores, el amor.
..". Casi vomito.

La otra opción es la que adopta Jim Carry en la película "The Majestic", que es, sin lugar a dudas, a la que
recurre la mayor parte de creativos que pululan por este mundo de dios: callarse la boca, conservar ciertas esperanzas de que tu propuesta, tal como está, pueda gustar (la esperanza es lo último que se pierde) y decir, a todas las aportaciones de tu jefe: "genial, es una gran idea". Luego, cuando llegues a tu casa, te sientes en el sofá y cojas una considerable cogorza (apta para los días entre semana), podrás lamentarte e insultar a tremendos necios que, sin duda, no saben apreciar tu gran talento.

Hace algunos días, deje patente que mi cuadro favorito quizás sea Nuda Veritas de Gustav Klimt. No lo e
s sólo por la belleza del lienzo que, desde luego es sublime, ni por el magnetismo de esa sensual mujer asomada a su espejo de mano. En parte, es por la frase que incluyó Klimt en la cabecera del cuadro y que tiene mucho sentido en mi vida. "Kannst du nicht allen gefallen durch Deine That und dein Kunstwerk - mach es wenigen recht. Vielen gefallen ist schlimm. Schiller" significa: "Si no puedes gustar a todos con tus actos y tu arte, gusta entonces a unos pocos. No vale la pena gustar a muchos.". Hay que pensar así. Es lo que intento día a día. Si pretendiésemos gustar a todos no existiría la creación ni la excelencia. Tan inconcebible es para mí que no puedan ver mi capacidad artística en mi trabajo como que, para algunos, fuera imposible apreciar el talento de Klimt. Por encima de todo, debemos ser nosotros mismos. Si debemos pervertir nuestra obra, siempre, aun imperceptible para el ojo profano, nuestra creación debe tener nuestro tácito sello. Así, viviremos para siempre.

(Hoy os escribo desde la playa. En una especie de retiro espiritual, y aprovechando el puente, me he venido a pasar unos días sola, para aclararme las ideas. Ha sido una de las peores semanas de mi vida, uno de los peores meses, uno de los peores años...)

miércoles, abril 11, 2007

Me equivoqué

Creo que lo he hecho mal.

A día de hoy, puedo expresar sin tapujos que, definitivamente, me equivoqué de carrera, de profesión y de vida. Odio a la gente que, cuando me escuchan decir que soy publicista, que trabajo como diseñadora en una agencia ideando anuncios, creando gigantescas vallas y un largo etcétera, alaba mi trabajo y lo clasifica de interesante, maravilloso y creativo. No saben lo que es. No se imaginan qué se esconde detrás de una profesión aparentemente tan golosa como los productos que publicita.

Me equivoqué. Escogí la opción errónea. Estudié la carrera que no debía y, ahora, pago las consecuencias. Igual es algo personal. Quizás, muchos diseñadores y publicistas sean felices con sus vidas y sus trabajos. Sin embargo, por lo que a mí respecta, dudo que pueda comer de esto durante toda mi vida y no acabar colgada de la lámpara del salón. El sentimiento de equivocación y fracaso se hace más intenso e insoportable, al creer, decididamente, que la culpa no es enteramente mía. Ni mía ni de nadie. Con 18 años era imposible saber las consecuencias que me podía traer la profesión que acababa de elegir. Hoy, con 24, siento tal pesadumbre existencial y tengo una consciencia tan obcecada en mi error y mi fracaso que creo que, laboralmente, no hay solución para mí.

Muy pocos saben que, desde hace algo más de un año, no duermo bien. Constantemente tengo pesadillas, muchísimos sobresaltos nocturnos que no me permiten descansar bien. Supongo que es algo que me viene de casta. Mi madre se enorgullece al narrar cómo, a menudo, es capaz de encontrar el error de un balance desde la cama, durante la madrugada. Según parece, empieza a darle vueltas al coco, buscando algún error que le imposibilita continuar su labor... y lo encuentra. Así de fácil. A la mañana siguiente, en el trabajo, busca allí donde, la noche anterior, encontró el error y voilà!... Allí está.

A mi me pasa algo parecido. Por las noches empiezo a repasar mi trabajo: números de télefono, colores, tintas, frases, tildes... Me ofusco tratando de buscar errores en mi labor y los veo hasta donde sé racionalmente que no existen. Chequeo mil veces mis trabajos en la agencia y, aunque sepa que todo está correcto, me autoflagelo, en esas eternas madrugadas, pensando irracionalmente que no es así. Es algo muy extraño, directamente ligado a mi neurosis.

A diferencia de mi madre, normalmente, no puedo llegar por la mañana y subsanar el error. Si descubro que, efectivamente, me he equivocado, en el mejor de los casos, mi error presupone varios miles de euros tirados a la basura. Enormes cantidades de dinero que, muchas veces, llegan a quintuplicar mi sueldo.

Es mucha presión para mí. Son muchas las noches que acabo llorando, totalmente vencida. Lloro de rabia porque pienso que, al fin y al cabo, soy una neurótica y que este tipo de crisis son tan irracionales y demenciales que, sinceramente, pienso que algún día me harán enfermar. También, lloro de impotencia porque, en cambio, ¡es tan fácil equivocarse!. Lamentablemente, durante estos últimos meses, solo vivo para trabajar estando, mi cuestionable calidad de vida, estrechamente unida a mis posibles errores laborales.

En esas interminables madrugadas, pienso en mi potencial y en la esperanza que siempre he tenido en él, a lo largo de mi vida. Imagino diversos universos paralelos donde, quizás, soy un buen médico, un prestigioso arquitecto o un brillante ingeniero; que salvo a personas, que levanto edificios y puentes, en vez de poner mi vida y mi integridad psíquica en un estúpido faldón de viviendas para clase media, que estarán negadas a mi bolsillo de por vida. En vez de hacer cosas importantes y cumplir las espectativas de mis padres, mis profesores,... me encuentro atada a esta estúpida y frívola profesión que nunca me sacará de pobre y que, probablemente, me consiga volverme loca (si es que no lo estoy ya).

miércoles, diciembre 13, 2006

¿Y qué le regalo yo a mi jefe?

Pasó lo que deseaba que nunca llegar a ocurrir: ¡me ha tocado mi jefe en el amigo invisible! Lo presentía, pero nunca pensé que fuera yo a tener tan mala suerte. ¿Y qué le regalo yo? Desde que abrí el funesto papelito no he dejado de hacerme la misma pregunta. Mi jefe, aunque es muy agradable y no me explota demasiado, es un hombre que ha dejado hace tiempo atrás el medio siglo y digamos que "navega" en mares inexplorados por mi. Es decir, que no tengo ni repajolera idea de lo que le debo regalar. No ayuda mucho que el dinero máximo para gastarse sea ¡10 €! ¿Puede existir algo que le guste a un JEFE que valga menos de 10 €? ¿Hay algo que ronde esa cantidad, que el necesite y que no se haya podido comprar? Bien es cierto, que cuando es tan pobre la cantidad empeñada se suele recurrir al ingenio y al humor. Pero ¿quién sería capaz de comprarle un artículo de broma o erótico festivo a su jefe?

Por eso, decidí tomar una nueva estrategia: ponerme en el lugar de mi jefe y pensar, desde esa posición, qué me gustaría que me regalaran. Por lo que sé, mi jefe es un negado con la tecnología aunque lleva el portatil a todos lados y le gusta el vino, por lo que, de vez en cuando, es fácil verlo en un cata. Por lo tanto, tengo dos posibles regalos: un buen vino de 10 € - aunque él esté acostumbrado a vinos de 170 euros (nunca entenderé los enólogos) o un miniratón wireless para el portatil.

De todas formas, tengo la extraña sensación de que la cagaré.