domingo, enero 28, 2007

Analizando Apocalypto

Hace algunos días, tuve la oportunidad de ver Apocalypto, la última película del controvertido actor/director Mel Gibson. Aunque no niego que -como a muchas otras personas- me gustó Braveheart, ninguna de sus películas posteriores me han llegado a convencer. Muchos son los que dicen que Gibson ha creado un nuevo estilo de cine, un formato basado en un realismo explícito que a muchos les agrada bastante. Personalmente, me parece una idea muy innovadora el hecho de que los actores de sus películas hablen en el idioma que históricamente les correspondería. No obstante, con el tema de la dureza y la violencia que esgrimen sus películas, no estoy demasiado conforme.

Apocalypto está en la línea de la Pasión de Cristo. Sus protagonistas, con marcados rasgos indígenas, hablan íntegramente en maya yucateco. Asimismo, la supuesta violencia de la civilización se muestra con gran crudeza. En una cultura donde no proliferaban los cuchillos, era el garrote lo que más se estilaba. Así que sangre, no se puede decir que no haya. De hecho, parece ser que, durante el rodaje, Gibson no paraba de gritar "¡Sangre! ¡Más sangre!".

Desde mi punto de vista, reflexionar sobre sus dos últimas películas es hacerlo sobre la gran mentira que el director nos quiere vender. Para un público ignorante y mayoritariamente estadounidense, este último filme podría llegar a ser un testimonio fiel y casi históricamente plausible de la cultura maya. Para otros -la gente que sabe de qué pie cojea Gibson y los hijos de los antiguos mayas- un insulto brutal.

El maya yucatano, actualmente, es hablado por un gran número de personas en la península del Yucatán. Entre estos descendientes mayas, son muchos los que se consideran bilingües, hablando a la perfección tanto la antigua lengua como el español. A pesar de todo ello, el director de la película-quizás-más-conocida sobre esta civilización precolombina, ha escogido sólo a integrantes de la comunidad maya para papeles menores, siendo los actores principales o mexicanos o nativos americanos. A la pregunta de por qué escatimar la participacíon los descendientes de los verdaderos mayas en su película, parece ser que Gibson contestó que escogió el elenco acorde con la idea que cualquier persona tiene sobre el aspecto de un maya. De hecho, el atractivo protagonista del filme es Rudy Youngblood, un nativo americano comanche, con poca trayectoria en la interpretación. En fin, los americanos y sus estereotipos.

Del mismo modo, es totalmente ridículo la increíble importancia que se le otorga al concepto de familia. Tal como un Mariano Rajoy a lo indígena, el protagonista no se mueve, durante todo el filme, por la preciosa estima a la vida, sino por amor a su mujer y sus hijos. Me cuesta mucho pensar que este tipo de ideas se encuentren tan desarrolladas en esa civilización, cuando, hasta hace relativamente poco, los vástagos constituían una mera ayuda a la supervivencia.

Aunque la película empieza bien y, en algunos momentos es sobrecogedora, la última media hora llega a ser decepcionante. Se podría decir, que asistimos a una versión indígena de otra película de Mel: El patriota. Si esta os pareción tan absurda y ridícula como a mí, ya sabéis lo que os espera. Sin embargo, nada comparado con los últimos minutos de la película. ¡Sorprendentes! Yo diría, que hasta históricamente incorrectos.

Como decía anteriormente, la película de Gibson ha puesto en pie de guerra a toda la comunidad maya. Protagonistas diariamente de la exclusión social, se ven representados en la gran pantalla por actores que si bien indígenas, no son parte de ellos. Asimismo, su ancestral cultura se muestra íntegramente por su violencia, mientras que no se alude a los aspectos que sí han hecho célebre a dicho pueblo: su extraordinario avance cultural. Para más inri, a pesar de las lacras que trajo consigo la conquista, el filme nos intenta mostrar a la sociedad maya como decadente y predispuesta al final, y nos presenta su salvaciónen la imagen de los conquistadores españoles. Deprimente. Sinceramente, creo que no soy la única que, viendo el filme, deseo ver la cabeza del bueno de Mel cayendo por la interminable escalera del maravillo templo maya.

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