domingo, diciembre 03, 2006

Sevilla: Requiem por el botellón

Fue, ayer, una noche un tanto extraña en la ciudad. El frenético ambiente característico de los fines de semana de la capital hispalense brilló por su ausencia, ya que, todos los jóvenes sevillanos, estábamos de luto. Como muchos sabrán, ha terminado por imponerse la "ley anti-botellón" andaluza que prohíbe darle al pirriaque en la vía pública. Esta ley no solo afecta a los miles de jóvenes que llevan a cabo tan tradicional práctica, también afecta a aquellos que venden bebidas alcohólicas fuera del horario establecido, a los que orinen en la calle y a todos los que ensucien la vía pública con restos de botellón. Sin embargo, según el ayuntamiento, esta ley no nace con el fin de restringir el derecho de asociación y reunión de los jóvenes: éstos podrán seguir celebrando su "mal visto" ritual alcohólico en zonas habilitadas para ello. Analicemos, pues, como están las cosas:
  • A un lado tenemos a un Ayuntamiento y a un edil populista. El denostado Alfredo Sánchez Monteseirín, al que le gusta más una foto que a un tonto un lápiz y que está inmerso en plena campaña para ganar votos de cara a las futuras elecciones municipales, ya nos ha sorprendido con sus proyectos de última hora para conseguir (si es posible) una buena imagen. O si no, ¿a qué viene la que tiene liada en San Fernando - Constitución - Plaza Nueva? ¿para qué coño necesitamos nosotros un tranvía? ¿quién, en Sevilla, quiere un tranvía? Es más, ¿quien quiere ese tipo de tranvía? Tanto gasto para una linea cuyo trayecto, andando, se realiza en un cuarto de hora, siendo un paseo bastante bello. Esta genialidad de nuestro alcalde nace para suplir la falta rigor en los plazos de nuestro onírico metro. Y lo peor es que habrá sevillanos que se distraerán con tan obsoleto medio de transporte.

    Igual que el Metrocentro, igual que el utópico carril-bici, la implantación de la ley del botellón, en nuestra ciudad, es otra fantástica idea de nuestro edil para ganar votos a toda costa. Esperemos que no se lleve el gato al agua.

  • Junto a ellos están los aguafiestas de la plataforma cívica PEDAD, Por el Derecho al Descanso (Esperemos que la Sra. Dávila haya dormido bien este fin de semana). Es la suya una postura totalmente válida. Es decir, a nadie, en su sano juicio, le gustaría vivir en una zona de botellón. Recordemos que, por lo menos en Sevilla, este tipo de concentraciones se realizan en zonas céntricas, estando los vecinos de estos lugares en el taco, como se dice vulgarmente. La verdad es que algunos seríamos capaz de tragarnos de porvida el botellón más frenético por vivir en esas zonas.

  • Por último, estamos nosotros, los jóvenes, los que siempre salimos perjudicados en estas cosas. Creo que a pocas personas les puede apetecer pimplarse un cubata una noche de enero en plena calle, sin embargo, a muchas menos les gustará gastarse 6 EUROS en una copa servida en un bar. Nos gusta divertirnos y beber, pero no somos idiotas; somos víctimas de un abuso por parte de los-empresarios-de-la-noche que abusan de nuestro bolsillo y de nuestra mente alcohólica. Por ello - a mi modo de ver - nació el botellón y sólo, con una acción sobre dicho foco de abuso, se podrá arreglar un poco tan controvertido tema.

    Sin embargo, es mucho más fácil para el ayuntamiento (y para las autoridades en general) seguir puteando a los que estamos hartos de tanto abuso, en vez de meterle mano los empresarios de ocio nocturno. Por ello, somos nosotros los que tenemos que irnos, como apestados, a los botellódromos. Tenemos que desplazarnos a una zona abandonada, al lado del río y donde a altas horas de la madrugada las temperaturas pueden ser bastante extremas. A un lugar apartado de los principales locales de ocio (discotecas, pubs,...), de los centros de atención médica, que, para más inri, se encuentra rodeado por una carretera de 3 carriles para cada sentido con una velocidad máxima de 80 km/hora. Somos nosotros los que tenemos que congregarnos en un lugar donde se encontraran gente muy diferente entre sí, situación que puede propiciar todo tipo de peleas y "malos rollos" que puede ir en contra de nuestra integridad física. He llegado a escuchar afirmaciones tales como "no voy al botellódromo, porque tengo aprecio a mi vida".

    Se dice que 7 de cada 10 sevillanos no se desplazará a los lugares habilitados para practicar el botellón y el mayor motivo para que se adopte esta postura reside en la poca seguridad que transmiten, este tipo de sitios, a los jóvenes.
El problema es grave, desde luego, pero pienso que no se ha tomado la mejor solución. A pesar de que todos sabemos quiénes son los culpables de esta situación, tenemos que escuchar las quejas de los empresarios sevillanos sobre la supuesta "competencia desleal" que le pueden suponer la barra de bebidas de los botellódromos. Sería bastante gracioso que, en dichos lugares, las bebidas rondaran los 6 EUROS: una solución perfecta, desde luego.

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