viernes, junio 13, 2008

Estrellas

Recuerdo que de pequeña leía poco (o, por lo menos, no le daba la importancia a la lectura que actualmente le doy). Leer estaba guay -también estaba bien ver la televisión- pero tenía muy pocos libros. Con 7 años ya había leído todos los que había en mi casa y no había mucho que hacer al respecto.

Mis padres no leen. No es que no sepan o sean personas-anodinas-no-adecuadas-para este tipo de placer. Supongo que, a medida que creces y te endosas millones de responsabilidades, no se cuenta con mucho tiempo libre, y, el poco que tienes, muchas veces, no lo dedicas a leer; algo, por otra parte, totalmente loable.

Cuando era pequeña, teníamos una pequeña casa en el campo, donde íbamos a pasar los fines de semana y las vacaciones. Recuerdo que estaba llena de bichos (propios de la zona, no de la falta de higiene, cuidado) y que las sábanas siempre olían a humedad. Tampoco había allí ningún libro que leer. Muchas veces, cuando mi madre comenta con las amigas mi capacidad enfermiza devorando libros, cuenta que, en aquellos días en el campo, me dedicaba a leer la guía telefónica y, desgraciadamente, es cierto. Recuerdo que me pilló, un par de veces, leyéndola en el váter y eso nos marcó a ambas para siempre. Ella tuvo una anécdota chispeante, para vestir de inteligencia a su hija delante de sus amistades, y yo adquirí un espantoso trauma que hace que me gaste gran parte de mi sueldo en libros. Antes, estos preciosos contenedores de historias sólo llegaban a casa en cumpleaños, reyes o santos. Ahora, mi habitación está llena de ellos, cosa que, particularmente, me encanta.

Leyendo y releyendo, me he dado cuenta que todos los libros, o por lo menos los buenos, tienen un momento-click donde pasan a generar interés, donde comienzan a engancharnos. No ocurre muy a menudo. Por lo general, la mayor parte de los libros son más de lo mismo. Historias que comienzan, a la vez que empiezas a pasar sus páginas, y que siempre terminan más o menos bien. Pero cuando sientes el click del que os hablo, por nada del mundo quieres que acabe la historia y cuando lo hace, nada vuelve a ser lo mismo. Es como cuando te enamoras. Hace escasos segundos era una persona más en el mundo, ahora él (o ella) es el mundo.

Hace pocos días he comenzado a leer “El curioso incidente del perro a medianoche” de Mark Haddon. Uno de esos libros que pintan bien en un principio pero que, cuando los compras, no sabes si llegarán a algo o se quedarán nada. Ya ha sonado el click. Justamente cuando leí esto:

"Hay gente que cree que la Vía Láctea es una larga línea de estrellas, pero no lo es. Nuestra galaxia es un disco gigantesco de estrellas de millones de años luz de diámetro y el sistema solar está cerca del borde exterior del disco.

Cuando miramos en dirección A, a 90º hacia el disco, no vemos muchas estrellas. Pero al mirar en la dirección B, veremos muchas más estrellas porque miramos hacia la masa central de la galaxia. Y como la galaxia es un disco, lo que veremos es una franja de estrella.

Entonces pensé en que durante mucho tiempo a los científicos los había desconcertado que el cielo sea oscuro por las noches pese a haber billones de estrellas en el universo, pues hay estrellas en todas direcciones en que uno mire, así que el cielo debería estar lleno de luz estelar porque hay muy poca cosa que impida que la luz llegue a la Tierra.

Entonces descubrieron que el universo está en expansión, que las estrellas se alejan rápidamente unas de otras desde el Big Bang, y que cuanto más lejos están las estrellas de nosotros más rápido se mueven, algunas de ellas casi a la velocidad de la luz, y eso explica por qué su luz nunca nos llega.

Me gusta este dato. Es algo que podemos comprender al mirar el cielo por la noche pensando, sin tener que preguntárselo a nadie. Cuando el universo haya acabado de explotar, las estrellas disminuirán su velocidad, como una pelota lanzada al aire, hasta detenerse y volver a caer hacia el centro del universo. Entonces nada nos impedirá ver todas las estrellas del mundo porque todas vendrán hacia nosotros, cada vez más rápido, y sabremos que pronto llegará el fin del mundo porque al azar la mirada hacia el cielo por las noches no habrá oscuridad, sino la luz resplandeciente de billones de estrellas que se acercan.

Sólo que nadie verá eso porque ya no quedarán personas en la Tierra para verlo. Para entonces seguramente ya se habrán extinguido. Y en el caso de que queden algunas no lo verán, porque la luz será tan brillante y ardiente que todas morirán abrasadas, aunque vivan en túneles."


Ya veremos cómo termina...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial entrada, una vez más. La anécdota de la guía telefónica es para enmarcarla, deberías de sentirte orgullosa por haberla vivido, jaja.

Pinta bien el libro éste. Si termina bien dame un toque y me hago con él, que algunos no tenemos casa en el campo, pero sí vacaciones. Ése o alguno que te haya marcado bastante, eh, soy todo oídos.

Por cierto, llevas razón. El jodido momento-click... gracias por ponerle nombre. Esto mismo ocurre con las canciones, por ejemplo.

Besos!

La Escapista dijo...

Opositor,

Pues ya lo terminé y me ha ha gustado bastante. Es creativo, tierno,... en fin, te animo a que lo leas, aunque esto de los libros es bastante subjetivo. Otro que me leí hace poco y estaba francamente bien era "El Palacio de la Luna" del Paul Auster. Ya me contarás y que sepas que tomaba buena nota de tu sección musicinetura! Espero que la implementes en tu nuevo blog!

Un beso! (y gracias por leerme, que parece que, últimamente, escribo sólo para ti!)

Anónimo dijo...

Apuntados quedan, pues. Me alegro que digas eso, precisamente acabo de restaurar mi sección musicinetura. No había podido hasta ahora porque no sabía cómo hacerlo. Básicamente.

Un beso!