Ahora que las parabólicas inundan nuestros tejados, nuestros balcones, nuestros patios, y casi casi por completo a muchos de nuestros padres, es imposible dejar de hablar de tamaño fenómeno. Alguien dijo (y si no lo digo yo) que vivimos en un mundo de ondas y esta claro! Ya los hombres no hablan en el bar sobre "lo buena que esta fulana", no, ahora, en los circulos masculinos, se presume de la audacia que tienen algunos de robarle las ondas WIFI al vecino de al lado. " Y le he cambiado incluso los puertos del router". - dicen los verdaderos héroes.
Desde tiempos inmemoriales se sabe que ha existido el cotilleo. Ondas que se transmiten por los tendederos, las mesitas de camilla, la cola de la pescaderia,... Ondas que nos hablan de un conocimiento ancestral, auténtico y quasi-divino de la importancia que tiene el vecino para su igual. Y siempre, en todas las comunidades de vecinos, en todos los barrios, en todos los pueblos, en todas las oficinas de aquí hasta el infinito, hay una antena parábolica.
Definición: "Se dice de la antena radioeléctrica con forma de parábola, y especialmente de la televisión, que permite captar emisoras situadas a gran distancia." Pues, en mi barrio hay una señora que coincide exactamente con esta certada descripción: nuestra antena parabólica particular.
Es radioeléctrica porque, literalmente, esta enchufada 24 horas a los programas de corazón, que constituyen, sin duda, su otro pasatiempo (o su otra ocupación). Tiene forma de parábola (invertida, eso sí) ya que si la observamos de cintura para'bajo nos recordaría a una estupenda mesa de camilla (min: 6 comensales). Y capta todas las emisoras, incluso las situadas a larga distancia, incluso sabe leer los labios y las técnicas más elaboradas del marujeo (que a saber son: escucha con vaso de cristal, el timo del poquito de sal, el registro de buzón y otras actividades de baja catadura moral).
Obviamente, la antena parabólica no solo conoce las verdaderas vidas de todos sus vecinos (tanto del que vive frente a su puerta como del que vive en la otra punta de la urbanización) sino que sabe de todos los dimes y diretes que circulan por la vecindad. Su función comunicativa no sólo la hace receptora de suculenta información, sino que , asimismo, transmite esa información contrastada, meditada, y basada en sus múltiples fuentes al resto de los mortales.
Es la primera en apostarse en la piscina. Marido a un lado, leyendo, totalmente ajeno al complejo mecanismo de engranajes que trabajan a marchas forzadas en el cerebro de su cónyuje. El niño, al otro lado, mata caracoles con una lupa. Ella, despues de untarse hasta los dedos de los pies de apestoso aceite de coco, se sienta en su hamaca (piernas abiertas para que el sol de en todos los lugares posibles) y GO!
Barre con la mirada a todos los que se han congregado en la piscina (que ahora son muchos, tras el lento ritual del aceite de coco). Fulana no se sienta con su grupito habitual (deben estar enfadados); Fulanita está siempre pegada al socorrista (deben estar liados); Megana esta sóla (se habrá separado del marido)... Y una interminable lista de pensamientos y conexiones psiquicas entre lo que ve y su sentido cotilleril (adquirido a base de años y años de marujeo).
Como antes dijimos, una buena antena parabólica no sólo se concentra en observar y analizar todas las ondas marujenianas que pululan alrededor de su radio de acción; para realizarse como antena debe comunicar todo lo que ha captado y contrastar de alguna manera, con el pueblo, todo lo que se ha ido maquinando en su cerebro (este proceso puede durar semanas o incluso meses).
En muy contadas ocasiones, la antena parabólica abandona la soledad de su puesto de recepción para situarse cerca de un foco de acción. Con la antigua excusa de contar chismes para recibir chismes, se junta con antenas parabólicas en potencia que le transmiten datos que, debido a las interferencias, se le han escapado a la GRAN AN TENA. A cambio de esta nueva información, la GRAN ANTENA transmite su saber ancestral gestado durante semanas a la antenilla en potencia, que luego lo transmirá dando lugar al rumor.
El ciclo comunicativo de la antena parabólica, por tanto, se cierra cuando la persona analizada escucha el rumor y es consciente de que su información más íntima es conocida hasta por el perro de su vecina del quinto (que por cierto hace días que la mira mal). De esta manera, las acciones que la susodicha persona lleve acabo en el futuro serán de nuevo analizadas por la GRAN ANTENA y, de nuevo, comenzará el cruel y despiadado ciclo del marujeo.
Un ciclo que puede destruir vidas, matrimonios, puede distanciar al perro de su amo y puede desembocar en una gran guerra de guerrillas totalmente soterrada en los lugares comunes de la vecindad. Por eso, tengan cuidado, porque la GRAN ANTENA PARABÓLICA OS VIGILA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario