Hasta hace relativamente poco, no llegué a asociarlo con un miedo de mi infancia. En el propio título del álbum estaba la clave. Smells like children o huele a niño me llevó a asociar aquella imagen a la del Child Catcher, aquel personaje cruel que robaba niños. El hombre del saco, pero a lo anglosajón.
Quizás lo recordéis de la película Chitty Chitty Bang Bang. Sí, aquella del maravilloso coche que volaba y navegaba con ese soniquete tan característico. Pues bien, seguro que conserváis en la memoria el momento en que la familia Potts y la tierna Truly visitan aquel país tan triste donde los niños habían desaparecido. Seguro que no olvidasteis el impresionante castillo y a aquel rey caprichoso cuya mayor diversión era coleccionar juguetes. Ahora, traed a la memoria la imagen de aquel ambiguo ser vestido de negro, con su sombrero de copa cubriéndole el ralo pelo oscuro. Pálido y extremadamente delgado, sus movimientos son graciosos y ágiles. Sin embargo, lo que más le llamará la atención será su nariz, su arma más eficaz. Con su fino olfato es capaz de oler a los niños y encontrarlos en cualquier sitio donde se escondan.
Recuerdo cómo, de niña, me tapaba los ojos cuando aparecía en escena tan siniestro personaje e increpaba a los niños para que no hicieran caso de sus burdas artimañas para capturarlos. A día de hoy, aun me estremezco cuando lo observo -debo confesarlo- ya que, los miedos infantiles son marcas del pasado muy difíciles de quitar. Esperemos que el cazador de niños no venga a visitarme esta noche...
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