El motor de mi vida se ha puesto de nuevo en movimiento: definitivamente quiero que mi vida cambie. ¿Para qué voy a negar que me he trazado unos propósitos para el nuevo año? Nunca antes lo había hecho. Supongo que, por primera vez en mi vida, he reconocido que mi vida no anda por los derroteros deseados y hay algo que cambiar. Hay mucho que cambiar. Empezaré con pequeños pasos, que me resultarán gigantescos ante la inmovilidad que me caracterizaba en los últimos meses. Tendré que estar algún tiempo sola, pero no tengo miedo: me guía la esperanza de encontrar tiempos mejores y el pensar que, aunque sola, podré hacer lo que me de la gana sin rendir cuentas a nadie.
Tiempo para mi misma. Sólo para mí. Regalarme a mí, dejando de pensar en el dinero y en el qué dirán algunos. Gastarme el dinero en mi gente, sin arrepentimientos y directamente desde el corazón. Me siento terriblemente segura de mi misma, con ganas de afrontar la vida a lo grande. Presiento que este será un buen año.
Más cerca que nunca del lesbianismo, deseo que ningún hombre se me vuelva a acercar en mi vida. No tengo esperanzas en ese aspecto. He probado todos los tipos de amor: No hay salida. Si bien hay gente que es de una forma y luego cambia, hay otras que no cambiarán en la vida. No hay término medio. Pero no me importa. Puedo sobrevivir a esto. No me siento, ni mucho menos, agobiada. No necesito a un hombre en mi vida, sólo quiero el perro y la casa. Los bancos de semen son, sin duda, el mejor invento en mucho tiempo.
Cada día me alegro más de haber nacido mujer. Viva la regla. Viva la depilación. Arriba el síndrome premenstrual. Dios lo acoja en su seno. Vivan los tacones y las medias. Vivan las tetas pequeñas (y las grandes). Viva la celulitis, el Rimel y el helado de chocolate belga. ¡Arriba las mujeres!
2 comentarios:
Suerte con los pequeños cambios!
Creo que necesitas salir con una mujer para darte cuenta de que los hombres no somos tan malos.
No es cuestión de maldad, sino de inteligencia :P jeje
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