martes, enero 08, 2008

Espirales (otra vez)

No es nada fácil descubrir que la vida no es una aburrida línea recta o que no está compuesta por una interminable serie de círculos concéntricos. Nuestra existencia se configura sobre una enorme y complicada espiral donde, una y otra vez, todo tiene cabida. Vivimos en ciclos. Cada uno de ellos, es estructuralmente semejante al anterior: todos cuentan la misma historia con diferentes protagonistas. Algunas de estas fases duran años, otras meses o semanas. Todas empiezan igual, todos finalizan de la misma manera. Todo obedece a un orden interior tan arcano como el mismo reloj interno del mundo.

Sin remedio, la vida es una espiral de locos. Te enamoras, quieres, te adaptas, te acostumbras y, finalmente, todo muere para acabar resucitando -cual Ave Fenix- y volver a empezar la rutina. Siempre se resucita. Es, sin duda, el final de un ciclo, la peor parte del mismo. Se va con un gran dolor, una gran decepción o un tremendo cansancio. Y es que los esquemas de tu vida se desmoronan, tu existencia se prepara para un nuevo giro excitante o aterrador: es normal que duela. Miras el cielo y sólo hay lugar para inmensos nubarrones que anuncian tormenta. Calcular cuánto tiempo lloverá es totalmente absurdo. Muchas veces el mal tiempo dura días, otras semanas, otras años, pero, afortunadamente, un buen día todo se vuelve a ver de otra forma. Un buen día... Sin duda, el mejor día. El comienzo de un nuevo ciclo.

Quizás el problema de vivir en una espiral sea ese poso que te deja. Imperceptible para los de afuera, se te pega a la piel como una costra dura y malsana que te acompañará de por vida. Es ver aquella esquina, aquella foto, oler aquel perfume, escuchar aquella canción... Todos esos recuerdos se convierten en símbolos para la sinrazón y se unen a otros muchos conseguidos a lo largo de esta línea curva de la vida.

Y se quedan ahí. Algunos, con el tiempo, se suavizan; se vuelven cariño, nostalgia o amor. Otros, en cambio, se enquistan, se clavan como espinas en el corazón y lo empobrecen. Se convierten en inútiles lastres que te impiden volver a confiar, a reir o, simplemente, a decir lo primero que al corazón se le ocurre. Algunos lo llaman madurez... a mí, sólo me da un poco de pena...


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Hace miles de años, escribí algo que hoy puedo rescatar... diferentes personas, distintos lugares... un mismo sentimiento...

Pero, entonces, me entra el miedo y me planteo que igual es él, mi hombre. Y que si lo dejo marchar se perderá en el tiempo y será un recuerdo en mi memoria.. y, si lo vuelvo a ver, con los años, quizás no lo conozca, cuando ha sido parte de mí. Si este tipo de sentimientos ha sobrevivido a peleas, putadas,... ¿quién puede decirme que no sobrevivirá al tiempo? Nunca he sido buena para predecir cosas pero creo que, al principio dolerá muchísimo... pero espero superarlo con el firme convencimiento de que tengo muchos argumentos para demostrar que él no es mi hombre! Y sí lo es, el tiempo lo dirá.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

... para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Ángel González


¿Cómo sería la vida si no ocurrieran cosas que nos hagan llorar o reír?

Me alegra que hayas vuelto a escribir, aunque sea para limpiar los posos.

Un saludo.

jennydemalaga dijo...

A mi también me alegra muchísimo como dice desorden.

No dejes que esas espinas se conviertan en lastres.

un abrazo Escapista.

La Extranjera dijo...

Algunas veces es bueno tener miedo,pues quien es "alguien" para sber que es lo que viene.

El miedo, el dolor, el amor, la alegria, los recuerdos forman algo llamado vida.

Forman algo que nos hace estar aqui, nos hace sentir y seguir adelante para ver lo que nos espera y QUIEN te espera...

Me gusta que escribas de esta forma, quizas algun dia nos conoscamos en algun lugar del espiral.

La Extranjera.

Unknown dijo...

me alegra que vuelvas a escribir a mi también. Lo que tienen las espirales es que, llegadas a un punto, se invierten, y no repiten la misma historia de la misma manera...
Abrazotes, escapista!